miércoles, 17 de febrero de 2010

POR FAVOR HAZLO CIRULAR ENTRE TUS AMIGOS Y CONTACTOS SOLIDARIOS PORQUE" EL SILENCIO NO ES UNA ALTENATIVA"CARTA ABIERTA A LA COMUNIDAD UNIVERSITARIA Maldigo lapoesía concebida como un lujo cultural por los neutrales, que lavándoselas manos se desentiende y evaden. Maldigo lapoesía de quien no toma partido, partido hastamancharse. Paco Ibañez. Estimados (as) estudiantes, trabajadores (As) y colegas de lasuniversidades públicas y estatales del país. Desde mi nuevo sitio de reclusión en el pabellón de alta seguridaddel complejo carcelario “La Picota” les hago llegar un cálido saludo ,acompañado de renovadas esperanzas de éxito en las luchasuniversitarias que vislumbran el horizonte del 2010, año consagradopor la tradición oficial a la celebración del bicentenario de laindependencia. Son más de ocho meses que llevo privado de mi libertad en un juicioque se adelanta por los supuestos delitos de “rebelión” y “conciertopara delinquir con fines terroristas”, en el cual ha brillado laflagrante violación de mis garantías procesales, admitiendo pruebasilícitas e legales como el computador del abatido jefe de las FARC,“Raúl Reyes” e incorporando como intervinientes especiales víctimas deesa organización guerrillera que no han recibido daño concreto, real yespecifico por parte mía. No siendo suficiente estas arbitrariedades, el pasado 23 dediciembre fui sacado sorpresivamente de las instalaciones de la cárcelnacional “Modelo”, bajo extremas medidas de seguridad, sin que se meinformara el sitio de remisión. Durante dos días, tanto familiarescomo abogados y amigos desconocieron por completo mi paradero, alpunto que se vieron precisados a alertar sobre esta situación aalgunos medios de comunicación y ONGs Nacionales e internacionales.Mi traslado se produjo el mismo día en que obtuve –tras numerosastrabas institucionales- la autorización para la visita de mi hijo, aquien no veía desde hace dos años y “coincidió” con las denuncias quedías atrás había formulado contra un funcionario de la cárcel nacional“modelo” por hechos de corrupción. El próximo 17 de febrero se adelantara mi “juicio oral” queconstituye el paso previo a la promulgación de sentencia, en unproceso revestido de tintes claramente políticos donde se juzgará elpensamiento crítico y la libertad de cátedra, principios queconsagraran el movimiento estudiantil de Córdoba (Argentina) hace yacerca de un siglo. Lo anterior en el marco de una cadena de ataquessistemáticos a la universidad pública, evidenciando no solo en elcreciente recorte de recursos financieros que la vienen sometiendo ala implacable lógica del mercado del conocimiento y de los servicios,sino también de la violación de los principios fundamentales –queconstituyen su esencia- como la libertad del pensamiento su autonomíainstitucional. Así lo demuestran las detenciones arbitrarias, la intromisión de lafuerza púbica en el campus universitario, el asesinato y desapariciónde estudiantes, las amenazas a profesores críticos, la solicitud porparte de la Fiscalía General de la Nación de los estudiantespertenecientes a universidades públicas de Bogotá y la proliferaciónde acusaciones por rebelión a miembros de la comunidad universitaria,en juicios rápidos con restricción de acceso al material probatorio,como lo ilustra mi situación, la del profesor Fredy Julián Cortés y ladel artista Luis Eduardo Sarmiento. Esta situación que nos retrotrae a los oscuros años de lasdictaduras militares en el cono sur , se torna aun más preocupante cona reciente propuesta del ejecutivo de vincular a mil estudiantes deMedellín como informantes de la fuerza pública, instrumentalizandopara sus interés guerreristas las necesidades económicas de estaimportante granja social, pretendiendo convertir a Colombia en un paísde delatores y avivando, aun mas el conflicto armado y social que elmismo presidente Álvaro Uribe Vélez pretende ocultar. La incorporación con cave de estudiantes a estas labores deinteligencia militar no solo denota una ausencia de proyecto educativopara sectores estratégicos en el desarrollo culturas y social de lanación, sino que conlleva altos riesgos para la integridad de losmismos, transformando el campus universitario en un campo de guerra. Cabe recordar que la red de informante, como uno de los pilaresfundamentales de la mal llamada política de “seguridad democrática” haservido para sustentar “falsos positivos” y con ellos, la persecucióna numerosos intelectuales, estudiantes, docentes, líderes sociales,populares, indígenas que actualmente inundaron las cárceles del país,no en vano se habla hoy de más de 7.000 presos (as) políticos (As)sometidos (as) a condiciones inhumanas y de hacinamiento, y que elEstado colombiano trata de ignorar con el sofisma e estar librando unabatalla frontal contra el terrorismo. Frente a estos hechos, la universidad no puede evadir suresponsabilidad esgrimiendo una supuesta “neutralidad” debe, por elcontrario, asumir el compromiso social de liderar, desde la académica,la generación de propuestas que coadyuven a dar salidas a laproblemática social. Es a través del debate abierto y pluralista deideas-no del silencio y la consagración del pensamiento único- que launiversidad puede garantizar el cumplimiento de su función social yerigirse en un verdadero medio de construcción y transformaciónsocial, en el contexto de un mundo cada vez más cambiante. Esto se hace aun más necesario en un país como el nuestro donde –como nos lo recordaba un colega de la Universidad de Antioquia- lagente “se amordaza, se tapona y se venda para no hablar nada, no oírnada y no ver nada “, porque –en una sociedad atravesada por elconflicto interno resulta conveniente guardar silencio para noequivocarse y mucho más cómodo hablar el lenguaje de lo que endetentan el poder, para no convertirnos en objeto de sus represalias. Mi vida académica ha estado estrechamente ligada a la lucha por losideales democráticos, primero como estudiante, luego como docente yahora como preso político de un stablichmentque criminaliza eltrabajo docente e investigativo comprometido. Agradezco a todos ytodas los (as) estudiantes, trabajadores (as) y colegas de launiversidad pública y de algunas universidades privadas que con suspalabras y acciones –ya sea de manera abierta o silenciosa- me hanbrindado su valiosa solidaridad. Así mismo agradezco a la Asociaciónde Profesores Universitarios (ASPU), a la Asociación de profesores dela Universidad de Antioquia (ASPRUDEA),a, a las organizaciones ygrupos de trabajo estudiantiles, así como a sus medios alternativos deinformación por su incansable compromiso en pro de mi libertad, que noes otro que el compromiso con la libertad de pensamiento y opinión yel respeto por el que hacer científico e intelectual. Tengan la certeza de que la labor que ustedes han desarrollado no hasido en vano, y aunque estos barrotes y guardias armados pretendenatemorizarme y debilitar mis convicciones democráticas, pueden estarseguros (as) de que mantendré incólume mi voz crítica, mi compromisocon la defensa de la universidad pública y la búsqueda de salidaspolíticas al conflicto armado y social que vive Colombia.Fraternalmente,Miguel Ángel Beltrán VillegasProfesor Asociado Sociología, Universidad Nacional de ColombiaDesde el pabellón de “Alta Seguridad” cárcel “la Picota” febrero 1 de2010.PORQUE EL SILENCIO NO ES UNA ALTERNATIVA, invitamos a la comunidaduniversitaria a acompañar al profesor Miguel Ángel Beltrán en eljuicio oral que iniciara el día miércoles 17 de febrero de 2010 apartir de las 8:00 am en los juzgados especializados de la calle 31 Nº6 – 24 de la ciudad de Bogotá.

martes, 17 de noviembre de 2009

El triunfo de la mediocridad

El triunfo de la mediocridad

16 Noviembre 2009 por rosa maría artal

En 1913, un médico, sociólogo y filósofo argentino, José Ingenieros, publicó un libro que tuvo gran influencia entre los jóvenes latinoamericanos: “El hombre mediocre”. Entre los modelos que definía, el que daba título a la publicación. “El hombre mediocre es incapaz de usar su imaginación para concebir ideales que le propongan un futuro por el cual luchar. De ahí que se vuelva sumiso a toda rutina, a los prejuicios, a las domesticidades y se convierta en parte de un rebaño o colectividad, cuyas acciones o motivos no cuestiona, sino que sigue ciegamente. El mediocre es dócil, maleable, ignorante, un ser vegetativo, carente de personalidad, contrario a la perfección, solidario y cómplice de los intereses creados que lo hacen borrego del rebaño social”. (…) “En su vida acomodaticia se vuelve vil y escéptico, cobarde. Los mediocres no son genios, ni héroes ni santos. Un hombre mediocre no acepta ideas distintas a las que ya ha recibido por tradición” (…) “A su vez, el hombre mediocre entra en una lucha contra el idealismo por envidia, intenta opacar desesperadamente toda acción noble, porque sabe que su existencia depende de que el idealista nunca sea reconocido y de que no se ponga por encima de sí. “Cuando la mediocracia encuba pollipavos no tienen atmósfera los aguiluchos”.

Camps_mando_Ferrari

Como salidos de un circo, los mandamases de Valencia no apuntan siquiera a esa mediocridad, sino a provocar vergüenza ajena. Es la mediocridad quien les encumbra. Pero sigamos mirando, en giro de casi 360º grados, el panorama político español y echémonos a llorar. ¿Y el mediático? Siguiendo en este caso la tendencia mundial, el periodismo no sabe qué hacer consigo mismo. Trivializar los mensajes a morir, para incitar a consumir a la ciudadanía aturdida, y consolidar más la mediocridad. Mantener el negocio contra viento y lógica. Reducir las plantillas, suprimir la experiencia, crear informadores inseguros con su futuro de pan y cuchara. Jubilados de lujo se ríen de las penas ajenas, porque, por el momento, disponen de un consolidado colchón. Comprometerse ni en sueños. Y la sociedad exhausta porque la tarea es demasiado ingente, “otros están peor”, y “nada se puede hacer”. El hombre mediocre de José Ingenieros ganó la partida en los albores del siglo XX, y mucho más –sí, mucho más- en los del XXI.

Pues bien, os preparan una reforma laboral que apenas ya nadie discute, y que sacraliza los beneficios de quienes nunca pierden a vuestra costa. No está nada claro que, nosotros, los apartados de la vida laboral, conservemos de por vida las pensiones. Al menos no os dejéis distraer con la zanahoria de lo que dicen los brillantes representantes del PP, del PSOE, de IU –que viene bueno-, y del resto de los partidos.

Todo se cuece más lejos. El valiente Obama les ha dicho a los chinos que no quiere meterse mucho en lo que hacen con los derechos humanos, que cada cuál se organiza como puede, pero que, vamos, podrían ser una pizca más rigurosos, si no les molesta que se lo diga,si les molesta, pues nada, que no ha dicho ni media. En la libertad de información y de expresión, por ejemplo, no ahondemos mucho más. Un mercado de 1.008.175.288 habitantes, según el último censo, sojuzgadas (salvo el Partido y su camarilla) es un inmenso campo para el negocio. Es lo que cuenta. Acaban de ser ejecutados nueve detenidos por las revueltas étnicas de Julio, porque osaron protestar. Y hace falta tener coraje para protestar contra la dictadura y el ejército rojo-sepia. Eran algunos de los que quedaron con vida en las manifestaciones reprimidas con saña y sangre. China y EEUU también, hacen fracasar la cumbre de Copenhague que trataba de frenar el cambio climático, grave amenaza de hoy del futuro. No es rentable ¡qué le vamos a hacer! Pues mirar las tetas de Pilar Rubio -¿globos de silicona para un cuerpecillo deforme?- o darse una vueltecita por H&M y C&A que, por poco precio, satisface el mono consumista. A mí me deja como una seda. Comprar bufandas a 7 euros para este otoño de 21º. Después de una sesión matutina de tiendas, me digo “Bah ¿para qué escribir?”, en serio. Ya lo decía José Ingenieros, hace casi un siglo: “Cuando la mediocracia encuba pollipavos no tienen atmósfera los aguiluchos”.

a proposito uno de los temas tocados en la asamblea legitima multiestamentaria de la universidad del atlantico el jueves 29 de octubre del 2009

Gran Coalición Democrática rechaza antidemocracia en Universidad del Atlántico y exige financiación adecuada
Martes 20 de octubre de 2009

La situación de la Universidad del Atlántico se agrava cada día más. El aspecto principal está relacionado con el tema financiero, cuyo déficit se viene incrementando desde el año 2003 cuando le impusieron al Alma Mater el leonino convenio de concurrencia firmado por el entonces gobernador Alejandro Char y el Ministerio de Hacienda por medio del cual el gobierno nacional descargó en la escuálida tesorería de la Universidad del Atlántico el pago de la mayor parte del pasivo pensional, el 59.6%, y en el departamento, el 21.4%. La Nación solo quedó concurriendo con el 19% (Fuente: publicación oficial Universidad del Atlántico junio de 2005).

En este sentido gran parte del abultado déficit de la principal universidad pública de la Costa Atlántica tiene este origen, por lo que el gobierno nacional le adeuda, según cálculos actuariales, más de cien mil millones de pesos; a lo cual hay que agregarle lo adeudado por la gobernación del Atlántico y la alcaldía de Barranquilla, entidades que deberían mostrar su sentido de pertenencia pagando lo que corresponde.

No menos grave es el manejo antidemocrático que viene imponiendo la rectora Ana Sofía Mesa, quien ya lleva más de tres años en el cargo a pesar de estar en calidad de encargada. Contando con el beneplácito de la mayoría del Consejo Superior Universitaria ha implementado una serie de reformas administrativas, del reglamento estudiantil y docente sin presentarlas a discusión de la comunidad universitaria. Una de ellas le pone talanqueras a la representación estudiantil en los organismos colegiados exigiendo un promedio académico por encima de cuatro, con lo cual descalifica a la inmensa mayoría del estudiantado como candidatos en las elecciones que se están llevando a cabo. En cuanto al profesorado, estamento clave para la calidad de la enseñanza, no se le da participación en los asuntos en los que es vital para la buena marcha de la institución, muy por el contrario, se le persigue, cada vez hay menos docentes de tiempo completo y se crea una atmósfera intimidatoria que genera condiciones altamente lesivas a sus legítimos derechos.

Como si todo esto fuera poco, el gobierno de Álvaro Uribe Vélez pretende hacer uso de sus mayorías legislativas para hacer aprobar el presupuesto general de la nación para el año 2010 sin tener en cuenta las afugias financieras de las universidades públicas y manteniendo el sesgo deficitario que podría llevar a la quiebra a las universidades oficiales del país. Tan grave es la situación que el Contralor General de la Nación, Julio César Turbay Quintero, desnudó la posición del gobierno al señalar que las transferencias estatales a las universidades públicas llegaban en el año 2003 a 1.73 billones de pesos y una década después solo suman, a precios de 2009, unos 1.6 billones.

La Gran Coalición Democrática en el Atlántico respalda la lucha de la comunidad educativa de la Universidad del Atlántico por conquistar espacios democráticos en el campus, rechaza las políticas despóticas de la rectora Ana Sofía Mesa y hace suyo el clamor de una financiación estatal adecuada de las universidades públicas.

Gran Coalición Democrática, Polo Democrático Alternativo, Centrales Obreras, CUT, UTRAL-CGT, CTC, ADEA, ADEBA, UNEB, Coordinadora Estudiantil Uniatlántico, Asociaciones de Pensionados, Casa Anfictiónica, Comité de Comerciantes Estacionarios, Comité de Base de la Salud, asocomunal

Barranquilla, 20 de octubre de 2009

lunes, 16 de noviembre de 2009

"CARTA A MIS PADRES" POR MIGUEL ANGEL BELTRAN

“CARTA A MIS PADRES:

MIGUEL ANTONIO BELTRAN Y ALBA RUTH VILLEGAS”

Por Miguel Angel Beltrán

Queridos padres:

Imagino sus caras de sorpresa cuando el viernes pasado (22 de mayo)
escucharon decir al comandante de la policía, General Oscar Naranjo,que el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) había capturado
“al terrorista más peligroso de las FARC” y que se trataba de un
profesor universitario que respondía igual que vuestro hijo al nombre
> de Miguel Ángel Beltrán Villegas.
> Supongo que de de no ser por las inquietantes imágenes de televisión,
> que corroboraban la noticia, donde se me presentaba esposado, con un
> chaleco antibalas de color negro, un tapabocas y un impresionante
> dispositivo de seguridad, papá hubiera lanzado una descomunal
> carcajada, comentando la noticia con su acostumbrado humor negro: “si
> mi hijo es terrorista, Uribe es la Virgen Santísima”. Pero en este
> país del Sagrado Corazón de Jesús, donde los mal llamados “falsos
> positivos” (en realidad verdaderos crímenes de Estado) ejecutados a
> “sangre fría” son el pan de cada día, todo es posible… Incluso que los
> noticieros señalen al presidente Álvaro Uribe como el mandatario más
> popular de América Latina y a mí, como un peligroso terrorista
> internacional.
> Al día siguiente en los calabozos de la SIJIN de Bogotá, un guardia me
> compartió amablemente un artículo publicado por el diario “El Tiempo”
> y que parecía un panfleto escrito en los tiempos de la “guerra fría”
> cuando se decía que “los comunistas comían niños”. En su columna el
> reportero señalaba que ustedes dos eran guerrilleros y que yo había
> realizado mis estudios en la extinta Unión Soviética. Esta vez –les
> confieso- quien no pudo contener la risa fui yo: “mis padres
> chusmeros, vaya que chiste tan bueno”, imaginaba en medio de la
> hilaridad que me producía la noticia que si yo era sindicado de ser
> “alias Cienfuegos” seguramente papá fue conocido como “chispas” y mamá
> como “pólvora” u otro explosivo nombre de guerra.
> Mas allá de que la irresponsable aseveración del periodista, puso en
> grave riesgo la integridad personal de ustedes dado que en este país
> los ex guerrilleros han sido impunemente asesinados, como lo ilustra
> la muerte de Guadalupe Salcedo, “Charro Negro”, Carlos Toledo Plata,
> Carlos Pizarro y muchos más, quisiera decirles que secretamente pensé
> que era un orgullo que en el citado artículo de prensa los señalaran
> de guerrilleros ¿acaso no fueron los ejercito irregulares patriotas
> los que derrotaron más de tres siglos de colonialismo español? ¿No
> fueron los guerrilleros liberales los que enfrentaron las dictaduras
> civiles conservadoras en los años cuarenta y cincuenta? ¿No ha sido la
> acción guerrillera la que ha preservado los escasos resquicios de
> democracia que hoy subsisten en el país?
> En Colombia la historia ha demostrado que guerrillero es sinónimo de
> altruismo, resistencia y dignidad; los Llanos, Chaparral, Villarrica,
> Marquetalia, Sumapaz y el Guayabero pueden dar fe de ello. Insultante
> hubiese sido que los llamaran “congresistas “o “asesores
> presidenciales”, ocupación asociada hoy a la corrupción, el
> narcotráfico y el paramilitarismo.
> Pero la vida les reservo otros caminos: papá se convirtió en un ex
> sargento viceprimero de la policía y mi progenitora en una abnegada
> madre dedicada al cuidado del hogar. Con la generosidad y entrega de
> ustedes dos, sobreviviendo con una precaria pensión de policía
> habitando una casa en “obra negra”, que les subsidió el programa de de
> la “Alianza para el Progreso” (y que terminaron de levantar ladrillo a
> ladrillo), lograron criar, educar y alimentar siete hijos: cinco
> mujeres y dos hombres. De tal modo que si alguna profesión ejercieron
> ustedes –hay que aclararle al periodista- no fue la de guerrilleros
> sino la de magos e ilusionistas.
> Hoy confinado en este pabellón de alta seguridad donde las horas
> transcurren lenta y monótonamente, resulta inevitable recrear en mi
> mente esas historias familiares que ahora se anudan en mi garganta
> como un grito de rebeldía contra toda la injusticia que descarga sobre
> mí este régimen corrupto y narco paramilitar.
> Todavía tengo fresco en mi memoria aquel lejano día, cuando la abuela
> Sofía me relato, sin derramar tan siquiera una lágrima porque sus ojos
> estaban secos del sufrimiento, la muerte de Víctor Villegas, mi abuelo
> materno, quien era dueño de una extensa finca cafetera en el viejo
> Caldas. Una tarde cualquiera – me contó la abuela- su vida fue segada
> a machetazos, por el “delito” de ser “cachiporro”. Su cuerpo inerte
> permaneció tendido varias horas en la plaza del pueblo. Nadie se
> atrevía a recogerlo por temor a las represalias, pero mi abuela que
> siempre se distinguió por tener un carácter fuerte, haciendo caso
> omiso de los ruegos de amigos y vecinos, se dirigió a la plaza del
> pueblo, recogió el cadáver, lo cargó varios kilómetros y, en una
> ceremonia casi privada, le dio cristiana sepultura.
> Antes que concluyera el relato mis ojos estaban cargados de lágrimas,
> por eso tal vez la abuela que conocía mi sensibilidad nunca me contó
> que en el momento de enterrar a su difunto esposo, en su vientre una
> pequeña de apenas ocho meses de existencia agitaba su cabecita, como
> preguntándose por qué le privaban la posibilidad de tener un padre que
> le arrullara en la cuna, la besara en la frente antes de dormirse y la
> llevara al parque. Mi tía Yormen – como después bautizaron esta niña -
> creció así como han crecido millares de colombianos esto es, como
> hijos del conflicto armado y social que ha azotado al país por
> décadas.
> Fue así como mi imaginación infantil empezó a poblarse con las
> historias de “La Violencia” que salían a relucir, cada vez que llegaba
> a la casa una visita familiar. Recuerdo que, como éramos niños, nos
> mandaban a dormir porque se trataba de “una conversación para
> adultos”. Pero mi curiosidad era más grande y contraviniendo las
> órdenes paternas, escuché detrás de las escaleras que conducían al
> segundo piso de nuestra casa, algunas palabras que mucho después
> cobrarían sentido para mí: “godos”, “cachiporros”, “pájaros”,
> “chusmeros”, “chulavitas”, “Gaitán”, “sangrenegra”, “venganza”,
> “laureanistas” y otros más.
> Muy pronto los relatos de hadas encantadas y de príncipes valientes
> que con sus besos deshacían los maleficios de la bruja malvada, fueron
> sustituidos por los terroríficos cuentos de la policía chulavita que
> incursionaba en los pueblos liberales, les cortaba a los hombres el
> pene y lo colocaban en la boca de sus víctimas por los relatos
> fantásticos de hombres de filiación liberal que eran obligados a
> caminar descalzos sobre brasas calientes, mientras que a sus mujeres
> embarazadas les extraían el feto y los ensartaban en la punta de sus
> bayonetas, exhibiendo con orgullo su preciado trofeo.
> Escuchaba estas historias con una mezcla de terror y fascinación y,
> como era de esperarse, en lo profundo de la noche me resultaba
> imposible conciliar el sueño. Entonces acudía donde mi hermana mayor
> que me arropaba entre sus brazos y acariciándome la cabeza me decía
> con su dulce voz que me durmiera, que esas historias habían ocurrido
> hace mucho tiempo por allá en la época de la violencia, pero que ahora
> todo era diferente “godos” y “cachiporros” convivían juntos y ya no se
> mataban. Al escuchar estas palabras una sensación de seguridad invadía
> todo mi cuerpo y cerraba los ojos agradecido con la vida por no haber
> tenido que padecer el horror de aquellos años.
> Y así como en mis lecturas infantiles mis simpatías se alineaban con
> las más débiles (caperucita roja, Blanca Nieves y la Cenicienta) y mis
> odios con los más crueles ( el lobo, la bruja y la madrastra) en los
> relatos que escuchaba de ustedes no me fue difícil tomar partido a
> favor de los “cachiporros”. Es cierto que a mis escasos cinco años no
> entendía que significaba esta palabra, pero en lo más profundo de mi
> corazón algo me indicaba que ellos eran los buenos y los “godos” los
> malos.
> En mi lógica infantil hubo sin embargo algo que empezó a inquietarme
> constantemente, los “chulavitas” eran policías, y éstos a su vez eran
> “godos”, pero ¡vaya horror!, papá era policía. La preocupación rondaba
> tanto mi cabeza que un día me llené de valor y cerrando los ojos me
> atreví a preguntar: ¿papá cuántos cachiporros mató usted? Yo esperaba
> un severo castigo a mi atrevimiento, pero como única respuesta obtuve
> una estrepitosa carcajada. En mi mente infantil esa risotada
> significaba que había asesinado y descuartizado a miles de liberales.
> Entonces mi cara se puso seria y un escalofrío recorrió todo mi
> cuerpo. Ante la certeza de algo que ya sospechaba, la imagen del padre
> ejemplar, del padre cariñoso, del padre bueno estallaba en mil
> pedazos, como un cristal al estrellarse con el piso.
> Cuando estaba a punto de proferir un sollozo papá contestó que en toda
> su vida no había matado a nadie. Y enseguida me aclaraba ya con el
> gesto serio -mientras mi corazón volvía al cuerpo- que pese a ser un
> policía…nunca dejó de ser un liberal gaitanista y que esa filiación
> política la había ocultado siempre, no sólo para proteger su vida sino
> las de decenas de familias perseguidas por la violencia conservadora;
> también, para burlar órdenes que consideraba no eran correctas y
> procurar justicia donde la situación lo requiriese.
> A partir de ese día, todo parecía más comprensible y el enredo de
> ideas que tenía en mi cabeza empezó a clarificarse. Por ejemplo
> comprendí por qué mamá siendo liberal se había casado con un policía.
> Así mismo entendí la diferencia entre un “pájaro” y un “guerrillero”
> Supe también desde aquella vez que en las filas de la policía había
> gente “buena”, y años después convertido en un activista estudiantil
> rechacé aquella consigna dogmática tan en boga entre los
> universitarios, que consideraba que todos los militares eran asesinos.
> Sin embargo, la mejor lección que me aportaron estas conversaciones
> con ustedes y que se hicieron cada vez más frecuentes fue que
> independientemente de donde estuviera, debía tomar siempre partido a
> favor de los débiles y manifestar mi indignación contra toda
> injusticia.
> Fue en esos tempranos años de mi vida que empecé a interesarme por la
> historia política del país y aquella vieja biblioteca de madera, que
> aún sobrevive en la casa. Se abrió para mí como si se tratase de un
> tesoro escondido: “Viento seco” de Daniel Caicedo;”Lo que el cielo no
> perdona” de Fidel Blandón; “Un aspecto de la Violencia” de Alonso
> Moncada; “13 años de violencia” cuyo autor ya no recuerdo, fueron
> obras que devoré en cuestión de días. Sin embargo, el libro que más me
> impactó fue el de “Las guerrillas del Llano”. Su autor, Franco Isaza,
> había participado en la contienda. Recuerdo que en la biblioteca papá
> tenía la primera edición impresa en Caracas (Venezuela) y que circuló
> clandestinamente bajo la dictadura del General Rojas Pinilla, con un
> prólogo de Plinio Apuleyo Mendoza donde exaltaba “la heroica
> resistencia guerrillera del partido liberal”. Tendría siete u ocho
> años cuando lo leí ávidamente en una de esas vacaciones escolares. Con
> gran crudeza Isaza retrataba allí las sangrientas masacres cometidas
> por los chulavitas en los poblados de El Llano, pero al mismo tiempo
> explicaba como los peones llaneros se fueron armando para defender sus
> vidas y propiedades, primero en alianza con los hacendados liberales y
> luego en contra de los mismos, que se pusieron al lado de los
> conservadores.
>
> En las diferentes conversaciones con mi compañero de patio Heli Mejía,
> más conocido como “Martín Sombra” he recreado estas historias.
> “Sombra” me cuenta como su madre y sus tías fueron violadas y luego
> asesinadas por la policía chulavita; y como su padre, poco después
> corrió la misma suerte: “Ante el cuerpo agonizante de mi papá –me
> relata Sombra – juré que moriría como un guerrillero, por eso jamás me
> amnistié y en 1966 me vinculé a los núcleos iniciales de las FARC”.
> Sombra es un vivo ejemplo de la continuidad – y a la vez
> discontinuidad – de la lucha guerrillera en Colombia. Un conflicto que
> empezó planteándose como un enfrentamiento entre liberales y
> conservadores, pero que en los años sesenta adquirió claros contenidos
> de clase, como quedó consignado en el “programa agrario de los
> guerrilleros” (FARC) y el Manifiesto de Simacota (ELN).
> Hace más de un cuarto de siglo que en mi tesis de licenciatura en
> Ciencias Sociales empecé a investigar este pasado histórico, porque
> creí ver en él, algunas claves para comprender la actualidad del
> conflicto armado en Colombia. Fue así que me interesé por estudiar las
> guerrillas liberales del Llano. Eran los tiempos del proceso de paz
> del presidente Belisario ojo Betancur y, desde diferentes sectores del
> Estado se presionaba para que los combatientes se desmovilizaran y
> entregaran sus armas. La investigación que realizamos en coautoría con
> un compañero de estudio, hijo de un exguerrillero liberal; nos llevó a
> concluir que los guerrilleros del llano habían sido traicionados por
> el General Rojas Pinilla quién solicitó a los rebeldes que entregaran
> sus armas a cambio de promesas de paz que nunca cumplió, contrario a
> ello muchos fueron judicializados y asesinados. Por eso en la
> introducción a nuestro trabajo investigativo señalábamos que la
> derrota del movimiento guerrillero se convertía en una victoria,
> porque jamás se volverían a ver filas de insurgentes entregando sus
> armas a sus verdugos.
> Sin embargo, la historia se encargó de desmentir parcialmente aquella
> afirmación. Años después, los guerrilleros del M-19 haciendo caso
> omiso de esta lección histórica, entregaron sus armas y muchos de
> ellos fueron asesinados empezando por su máximo jefe, el comandante
> Carlos Pizarro León Gómez pese a contar con más de 20 guardaespaldas.
> Muy otra fue la suerte de los combatientes de las FARC que se
> acogieron al proceso de “cese al fuego tregua y paz” se negaron a
> hacer entrega de las armas y anunciaron al país la formación de un
> nuevo movimiento político, que se conoció como la Unión Patriótica
> (UP).
> Me vinculé a las filas de la Unión Patriótica desde sus inicios
> mismos, porque vi en este movimiento amplio, la posibilidad de un
> cambio democrático por las vía pacíficas. Sus propuestas de reforma
> política, agraria y social llamaron mi atención, así como su
> compromiso con la búsqueda de una salida política al conflicto
> colombiano. La candidatura del ex magistrado Jaime Pardo Leal colmó
> todas mis expectativas: su verbo encendido, su tradición de lucha, su
> capacidad intelectual y su formación académica me convencieron de
> participar, por primera vez, en una contienda electoral. Pero la
> oligarquía de este país al ver amenazado sus mezquinos intereses,
> exterminó a “sangre y fuego” este experimento político.
> De pronto empecé a sentir con horror que esas historias de la
> violencia que ustedes relataban en mis años de infancia, no eran cosas
> del pasado sino del tiempo presente: cuerpos cortados con motosierra o
> arrojados como alimento a los cocodrilos, asesinos que jugaban fútbol
> con las cabezas de sus víctimas, hombres, mujeres y niños
> descuartizados, poblaciones enteras arrasadas, marchas campesinas
> acribilladas indiscriminadamente; sindicalistas, estudiantes y líderes
> populares desaparecidos, guerrilleros desmovilizados asesinados
> impunemente y centenares de fosas comunes repartidas por todo el
> territorio colombiano.
>
> Así vi desvanecerse el Partido de la “vida y la esperanza” para
> convertirse en “el partido de la muerte”: senadores, representantes a
> la cámara, concejales, alcaldes populares y militantes de base de la
> UP, fueron exterminados bárbaramente. Tengo en mi mente grabado los
> nombres de Leonardo Posada, Pedro Nel Jiménez, Teófilo Forero, José
> Antequera, Pedro Luis Valencia, Bernardo Jaramillo, Miller Chacón,
> Manuel Cepeda y miles de compañeros más que desaparecieron bajo este
> huracán de muerte desatado desde las altas esferas del poder.
> Sin embargo, nadie como la familia Cañón Trujillo encarnó tan
> trágicamente, el drama de la “guerra sucia”, la desaparición forzada,
> la tortura y el desplazamiento que padecimos los militantes de la
> Unión Patriótica en aquellos años: el padre, Julio Cañón, alcalde
> popular de esta colectividad política en el municipio de Vistahermosa,
> fue asesinado; dos de sus hijos acribillados (uno de ellos presentado
> como guerrillero muerto en combate); el tercer hermano desaparecido y,
> otro más, torturado; mientras que los sobrevivientes – entre ellos
> Carmen Trujillo, madre cabeza de familia – se vieron forzados a
> abandonar la región.
> El ciclo de exterminio contra la Unión Patriótica alcanzó para mí su
> punto máximo, cuando un domingo 11 de octubre, cerca de las 4 de la
> tarde, hace ya 22 años, escuché por radio la terrible noticia del
> asesinato de mi maestro, amigo y compañero de lucha Jaime Pardo Leal,
> entonces candidato presidencial de esta organización política. Aquel
> día no pude contener mi indignación y, como miles de compatriotas salí
> a las calles de Bogotá a manifestar mi espontánea protesta por el
> aleve asesinato de nuestro líder popular que un mes antes había
> denunciado con nombres propios a los altos mandos militares
> comprometidos con los crímenes de la Unión Patriótica.
> Las barricadas en las calles céntricas de la capital, el apedreamiento
> de las entidades financieras, la quema de buses y el saqueo de los
> almacenes me recordaron, inevitablemente, las escenas del 9 de abril
> de 1948, que ustedes habían vivido y que tantas veces repasé en mis
> lecturas universitarias. Para mi desgracia, esa noche terminé
> encerrado en un frío y oscuro sótano de la estación de la Policía del
> Ricaurte, donde fui torturado – y estuve a punto de ser desaparecido –
> por cuenta de un corpulento hombre al que, supe después, sus
> compañeros le llamaban “Rambo”, aludiendo a la rudeza del protagonista
> de esta cinta gringa.
> Por un feliz equívoco del centinela de turno, que me confundió con
> otro de los detenidos, obtuve milagrosamente mi libertad en las horas
> de la mañana del día siguiente. Consciente de la distracción del
> guardia que seguramente debió ser duramente sancionado salí
> tembloroso, con el temor de que se dieran cuenta del error antes de
> cruzar la puerta que daba a la calle; mis piernas apenas si me
> respondían y mi corazón parecía explotar. En estas condiciones todavía
> no me explico cómo llegué hasta la casa, que se encontraba a una hora
> del sitio donde permanecía detenido.
> Recuerdo que ustedes, junto con mis hermanos y hermanas, estaban
> reunidos en la sala. Papá se hallaba con la oreja pegada al radio,
> como esperando algún boletín informativo que diera cuenta de mi
> paradero; mientras que mi mamá junto con mis hermanas, oraba frente a
> un cuadro del Corazón de Jesús que siempre nos acompañó. Mi aparición
> en la sala de la casa fue como la imagen de un Cristo recién
> resucitado entre los muertos, solo que en lugar de lucir una larga
> túnica blanca, vestía una camisa y un pantalón completamente
> destrozados. Mi cuerpo estaba lacerado por todas partes, mi cabeza
> amoratada, mis brazos con profundas escoriaciones y mi ojo izquierdo,
> convertido en un gelatinoso coágulo de sangre.
> De los abrazos, las lágrimas y la alegría del reencuentro, muy pronto
> se pasó a la rabia e indignación por el maltrato que yo había
> recibido. Ese mismo día papá redactó un memorial escrito a máquina y
> dirigido al comandante de la estación Ricaurte. Luego de identificarse
> como suboficial de las Fuerzas Militares “en uso de buen retiro” se lo
> entregó a un Mayor que tenía a cargo el comando, no sin antes
> pronunciarle un largo discurso, donde le recordaba que la función de
> la policía era defender la integridad de la población civil y no
> atropellarla; que en sus más de veinte años de servicio jamás había
> actuado en contra de ella, pese a haber vivido los duros años de la
> violencia para luego concluir su alegato diciendo: “ahora si entiendo
> por qué los mata la guerrilla!!”
> Con mis hermanos y mi madre pensamos que a Papá lo iban a dejar allí y
> que terminaría reemplazando mi lugar en el calabozo, pero contrario a
> ello, el oficial de la policía lo escuchó atentamente y con su
> silencio pareció darle toda la razón. Cuando Papá regresó a casa –
> feliz por la catarsis hecha – todos soltamos la respiración que hasta
> entonces teníamos contenida.
> Después de este bárbaro episodio, estuve varios días muerto del
> pánico, esperando que en una esquina cualquiera apareciera “Rambo”,
> montado en su moto y dispuesto a concluir su bestial tarea. Por
> fortuna, esto nunca sucedió y venciendo mis miedos interiores asistí
> al sepelio de Jaime Pardo Leal y de muchos compañeros más. Sentíamos
> para entonces – como en aquel famoso tango de Gardel – que era “un
> soplo la vida”. Así, tal vez sin darnos cuenta, pasó algo terrible,
> algo que jamás debió suceder: ante lo efímero de la vida nos
> enamoramos de la certeza de la muerte.
> Reíamos, bailábamos, soñábamos y nos acostábamos con ella. Cada día,
> cada minuto y cada segundo que vivíamos intensamente era un instante
> que le hurtábamos a la muerte. No hacíamos juramentos de amor, no
> prometíamos estrellas azules pero estábamos dispuestos a darlo todo,
> porque la vida no nos pertenecía y en cualquier momento llegaría la
> bala asesina.
> Empezamos entonces a rendirle un culto religioso a Thanathos. Nuestros
> sueños, nuestras palabras, nuestros silencios, nuestros versos y hasta
> nuestras consignas estaban impregnadas de un hálito de muerte: “los
> muertos no se lloran – solíamos gritar en las marchas – se levantan
> sus banderas y la lucha continúa”… Sin embargo, en secreto llorábamos
> sus ausencias y lamentábamos la oscura desgracia de estar sin ellos.
> Uno de nuestros juegos predilectos era relatar cuál sería nuestra
> última voluntad: “Yo deseo que mi cadáver lo incineren y las cenizas
> las lancen al rio Magdalena” – decía alguien -; “yo prefiero en cambio
> que mi cuerpo lo sepulten bajo tierra y sobre él planten un árbol que
> crezca hasta el infinito” – intervenía otra voz; mi deseo lostrero era
> que durante mis honras fúnebres cantaran la “canción del elegido”, que
> iniciaba así: “siempre que se hace una historia, se habla de un viejo,
> de un niño o de sí; pero mi historia es distinta, no voy a hablarles
> de un hombre común, haré la historia de un ser de otro mundo, de un
> animal de galaxia; es una historia que tiene que ver con el curso de
> la vía láctea. Es una historia enterrada, es sobre un ser de la nada
> […]. Su letra me recordaba una de mis lecturas preferidas cuando era
> niño: “El Principito”.
> El culto a la muerte lo acompañamos de un total cinismo para encarar
> la misma:
> ¿Y el compañero qué medidas ha tomado para hacerle frente a la
> muerte ? – preguntaba alguien ingenuamente-. “Las del ataúd, por
> supuesto”, contestaba el aludido, sarcásticamente.
> En otra ocasiones cuando alguien comentaba que un amigo nuestro se
> había convertido en un cuadro político nacional, no faltaba quien
> anotara con ironía “es cierto, pero si se descuida en poco tiempo se
> convertirá en un cuadro en la pared “. No le faltaba razón porque las
> sedes de la UP estaban llenas de cuadros de dirigentes de la UP que
> fueron asesinados. Con el tiempo estos cuadros se fueron poblando de
> la imagen borrosa de centenares de amigos y amigas que nos dejaron y
> de los cuales solo quedó su recuerdo en la mente de aquellos que
> compartimos sus ideales, sus luchas y sus batallas, y que, pese a
> ello, sobrevivimos a esa barbarie.
> Sí, Yo fui uno de sus sobrevivientes. No me explico ¿cómo? Ni ¿por
> qué? “las ánimas benditas” diría mi abuela Sofía, las mismas que la
> resguardaron de los “godos “cuando con ocho meses de embarazo, cargo
> el cuerpo ensangrentado de su esposo; las mismas que en medio de la
> chulavitada protegieron la vida de ustedes, unos liberales de cepa;
> las mismas que las escoltaron cuando tuvieron que abandonar la finca
> cafetera y radicarse en Bogotá para escapar del terror de “los
> pájaros”.
> Claro, también pagué mi precio, sin embargo nada comparable con la
> entrega de la vida. En varias ocasiones fui golpeado y torturado por
> la policía y la última de estas veces – hace más de veinte años –
> permanecí preso en esta misma cárcel durante dos largos meses, pero la
> verdad se impuso y el juez declaró mi inocencia. Recuerdo que en esa
> oportunidad varios universitarios fueron golpeados y detenidos
> conmigo, y mamá con llanto en los ojos, aunque con un poco de alivio
> me dijo: “ mijo, gracias a Dios que a usted no le hicieron lo de ese
> pobre muchacho que lo arrastraron por el suelo, jalándolo del pelo, lo
> subieron a una camioneta y le rompieron un casco en la cabeza? Como
> habrá sufrido su angustiada madre!. Yo apenas asentí con mi magullada
> testa, pero jamás me atreví a contar que “ese pobre muchacho” había
> sido yo.
> Pero toda experiencia por difícil que sea siempre aporta lecciones
> positivas y, para ustedes, este doloroso episodio les dejó en claro
> que ya en esos años, liberales y conservadores actuaban con la misma
> inquina contra la oposición o ¿ acaso este genocidio y persecución
> contra la Unión Patriótica no estaba ocurriendo bajo el régimen
> “liberal” de Virgilio Barco que ustedes habían respaldado en las
> urnas?, con cierta resignación tuvieron que admitir que la política,
> ya no era como en el pasado, un asunto entre “godos” y “cachiporros” –
> aliados por el pacto del Frente Nacional- sino como en su momento lo
> señaló Gaitán: un enfrentamiento del país Nacional contra las
> oligarquías plutocráticas incrustadas en los dos partidos
> tradicionales; porque “el hambre no es liberal ni conservadora”. Desde
> entonces, optaron por apoyar los candidatos de la izquierda.
> Y dramáticamente la historia parecía repetirse. Así como los
> gaitanistas que sobrevivieron a la violencia de los años 40,
> organizaron los primero núcleos de resistencia armada para defender su
> vida y la de sus familias, muchos sobrevivientes de la Unión
> Patriótica no tuvieron otra alternativa que enmontarse. Ricardo
> Palmera, hoy conocido como “Simón Trinidad,” ilustra claramente esta
> parábola de vida, como lo registra el periodista Jorge Enrique Botero
> en su libro: “Simón Trinidad. El hombre de Hierro”.
> Aunque en ese momento entendí que la guerrilla constituía el único
> camino que el sistema dejaba para aquellos que mantenían sus ideales
> de lucha por una sociedad más justa, nunca me atreví a dar semejante
> paso, aunque siempre miré con respeto y admiración a aquellos que lo
> hicieron.
> Tres motivos tuve para no hacerlo: En primer lugar, papá que toda su
> vida portó una pistola con salvoconducto, hasta que tuvo que empeñarla
> para solventar una crisis económica familiar, nos inculcó el respeto
> por las armas –“ojala nunca tengan que utilizarlas”- nos decía
> frecuentemente. Coherente con este pensamiento, una noche en que
> sorprendió robando en la sala de la casa a dos hombres, papá hizo un
> disparo al aire, como dándole tiempo a que escaparan. Nosotros
> preguntamos ¿Por qué no los había herido si la ley lo amparaba?
> “Porque no era necesario – dijiste – es posible que hayan sido vecinos
> seguramente tendrán hijos bajó su cuidado. Que no merecen quedar
> huérfanos”. Capté el mensaje inmediatamente, pese a que durante años
> lamenté que aquellos hombres se hubiesen llevado un tomo de mi Manual
> de Historia de Colombia.
>
> En segundo lugar, no tomé el camino de la lucha armada, porque mi
> constitución física siempre fue frágil. Mis amigos decían burlonamente
> que a mí solo meldaban dos gripas en el año y que cada una duraba seis
> meses. Por eso entiendo su preocupación cuando en las imágenes de mi
> detención me presentaron esposado y cubierto con un tapabocas. Ustedes
> como muchos debieron pensar que como venía de México portaba el virus
> AH1N1. De tenerlo, hubiese muerto irremediablemente porque las
> autoridades Colombianas en su afán de “legalizar mi captura” se
> negaron a practicarme una prueba de laboratorio ( en este país se
> necesita ser Presidente o Ministro para recibir atención médica
> inmediata).
> En tercer lugar nunca pensé ser guerrillero porque desde niño mi
> pasión eran los libros, no las armas. El dinero que recibía de mis
> onces y mis tíos lo ahorraba para después invertirlo en libros. Papá
> decía que cuando grande yo sería “catedrático”, no sabía qué cosa era
> eso, pero me entusiasmaba la idea de ganarme la vida siendo una
> enciclopedia ambulante , como los “catedráticos “Abelardo Forero
> Benavides y Ramón de Zubiría; mamá en cambio me miraba con ojos de
> admiración y extrañeza: le preocupaba que no saliera a la calle a
> jugar con los otros niños y que prefiriera quedarme en la terraza
> leyendo todo el día.
> Con el tiempo los viajes, las vivencias en otras ciudades de fuera y
> dentro del país, y la condición de ser padre enriquecieron mis
> lecturas. Pero en medio de todas estas experiencias, la pluma y el
> pensamiento fueron las únicas armas que aprendí a manejar. Convertido
> en científico social, y comprometido con la verdad, no he dejado de
> utilizar estas armas para pensar la realidad de este país; para
> denunciar los crímenes de Estado; para desnudar las alianzas de las
> elites gobernantes con el narcotráfico; para develar la naturaleza
> “terrorista” del estado que exterminó a más de cinco mil militantes de
> la Unión Patriótica y a millares de líderes de la oposición. En una
> palabra, para descubrir los horrores de este conflicto armado y social
> que el presidente Uribe quiere negar, a través de su mal llamada
> “Seguridad Democrática” calificando de “terrorista” la resistencia
> política y social del pueblo colombiano y la actividad de académicos
> que queremos investigar esta realidad.
> De José Martí aprendí que “trincheras de ideas valen más que
> trincheras de piedras”, por eso mis únicos campos de batalla han sido
> las aulas universitarias en las cuales han transcurrido las dos
> terceras partes de mi vida. En la Universidad Distrital y Nacional y
> no en la Unión Soviética curse simultáneamente mis estudios de
> pregrado. Ustedes lo saben mejor que nadie, por los grandes esfuerzos
> económicos que realizaron para que yo pudiese mantener ese privilegio.
> Reunir el dinero para los pasajes del bus; comprar las fotocopias
> (porque los libros era imposible) constituía una lucha del día a día,
> que pudimos sortear con éxito gracias, también, a la ayuda de mis
> hermanas mayores que, a diferencia mía, tuvieron que trabajar para
> pagar sus estudios profesionales.
> Jamás estuve en la Unión Soviética ni como estudiante ni como
> visitante y desafortunadamente ya no podré hacerlo, porque la URSS
> desapareció hace ya casi dos décadas. Sin embargo, siempre he
> mantenido una profunda admiración la Revolución de Octubre, antes que
> las prácticas estalinistas y burocráticas la pervirtieran. Pero mis
> preocupaciones por América Latina me llevaron a México, donde pude
> cursar una maestría gracias a una beca que me otorgó la Facultad
> Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) tras una rigurosa
> selección entre profesionales egresados de las más reconocidas
> universidades del país.
> Al concluir estos estudios opté por seguir con un doctorado en la
> Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); nunca pagué un peso
> por concepto de matrícula, porque en México la educación pública es
> gratuita. Ese fue uno de los grandes logros de la revolución mexicana
> que el próximo año conmemora su primer centenario.
>
> Pese a estos beneficios, fueron tiempos difíciles, mi hijo, Ernesto,
> estaba de brazos, pero con su madre sobrevivíamos a punta de tortilla
> y de los escasos subsidios que aún mantenía el Estado mexicano. Por
> eso, aunque hoy el gobierno de Felipe Calderón (cuya elección estuvo
> signada por el fraude electoral) haya echado por la borda, con mi
> deportación, una larga tradición diplomática de independencia y
> solidaridad con la lucha de los pueblos latinoamericanos, mantengo mi
> sentido de gratitud con mis hermanos Mexicanos, de ellos siempre he
> recibido solidaridad y hospitalidad.
> En la UNAM tuve la oportunidad no solo de obtener un Doctorado – cuya
> tesis recibió mención honorífica - sino de conocer centenares de
> investigadores comprometidos con un proyecto de sociedad más justa y
> equitativa, y que enriquecieron mi perspectiva latinoamericana.
> Algunos como René Zavaleta Mercado, Ruy Mauro Marini, Sergio Bagú y
> Agustín Cueva, ya no están con nosotros; otros siguen activos y han
> sido para mí un ejemplo de militancia con la verdad y el pensamiento
> crítico.
> Por eso cuando el Centro de Estudios Latinoamericanos, (CELA), espacio
> por excelencia de esta producción académica crítica, me brindó la
> posibilidad de realizar una estancia postdoctoral, no dudé en aceptar
> la invitación y a través de la Universidad tramité una comisión de
> estudios. Claro, también hubo otros factores que precipitaron mi
> decisión: desde hacía varios meses estaba siendo víctima de
> persecuciones y hostigamientos por parte de los organismos de
> seguridad del Estado. De ningún modo quise que ustedes se enteraran de
> esta situación. No quería generarles más preocupaciones. Tampoco se lo
> dije a mis estudiantes y solo conversé acerca de mi situación con un
> par de colegas que me brindaron su total apoyo. Por eso mi viaje fue
> repentino y discreto a la vez.
> En el momento en el que fui arbitrariamente privado de la libertad por
> las autoridades migratorias mexicanas, me encontraba concluyendo esta
> estancia postdoctoral. No estaba reclutando milicianos ni organizando
> células terroristas. Es posible que los gobiernos de Felipe Calderón y
> Álvaro Uribe, consideren que formar una conciencia crítica y adelantar
> investigaciones sobre la historia política de México y Colombia sea
> una “actividad terrorista”. Desde el 11 de septiembre los sectores de
> ultraderecha han recurrido al pretexto del “terrorismo” para perseguir
> no solo a los movimientos de oposición sino también a los
> intelectuales críticos.
> Mi vida ha estado estrechamente ligada a la actividad académica en la
> universidad pública, desde hace tres décadas, cuando me vinculé a
> ella, primero como estudiante y posteriormente como docente: La
> Universidad Distrital, La Universidad de Cundinamarca, La Universidad
> del Cauca, La Universidad de Antioquia y la Universidad Nacional
> pueden dar fe de ello. Por eso puedo decir que la persecución de la
> que hoy soy víctima no solo una persecución contra mí sino contra la
> universidad pública en su conjunto.
> Querido padres, traicionaría vuestro legado y el de mis maestros -
> entre ellos el de Jaime Pardo Leal, Orlando Fals Borda y Eduardo Umaña
> Luna – si ante las amenazas de un fiscal, que promete confinarme más
> de 40 años en esta cárcel, por los delitos de “concierto para
> delinquir con fines terroristas”, “rebelión” y “financiamiento de
> grupos terroristas”, me retractara de las ideas de justicia que he
> defendido en mis cátedras, en los diferentes foros públicos y en mis
> escritos.
> Traicionaría también a mis estudiantes, a mis amigos (as)y al pueblo
> colombiano, si claudico ante las presiones de un gobierno
> narcoparamilitar. Sé que millares de manos se han unido para defender
> la libertad de pensamiento, se que miles de voces se han juntado para
> lanzar un grito de justicia; se que más temprano que tarde, los
> cambios que reclama este país se abrirán camino, y los opresores de
> hoy estarán mañana arrodillados implorando clemencia ante el tribunal
> de la historia.
> Queridos padres, solo quisiera que la vida les regalara unos años más
> de existencia para ver florecer en nuestro territorio, una nueva
> Colombia, donde los niños no tengan que llorar la ausencia de sus
> padres muertos en la guerra; donde el campesino tenga un pedazo de
> tierra y ayuda técnica para trabajarla; donde la educación, la salud y
> la vivienda sean un derecho prioritario y no el privilegio de unos
> pocos; donde los que ejercemos el pensamiento crítico no seamos
> tratados como terroristas.
> Mis queridos viejos, pueden sentirse felices de que su hijo esté hoy
> sentado en el estrado de los acusados no por asesino y corrupto, sino
> por defender los ideales de justicia y libertad que ustedes me
> inculcaron de niño y que llevo en mi corazón como el más preciado
> tesoro que me ha regalado la vida. Por eso, si este tribunal que hoy
> me juzga me llegase a condenar, asumiré con firmeza y dignidad su
> fallo, porque me anima la convicción de miles de hombres y mujeres que
> soñamos con “otra Colombia posible”.
>
> Abrazos fraternales, su hijo
> MIGUEL ANGEL BELTRAN VILLEGAS
> Cárcel Nacional “Modelo”
> Pabellón de “Alta Seguridad”
>
>

martes, 10 de noviembre de 2009

Entrevista a Nelly Richard ESTRATEGICAMENTE NOSOTRAS

Viernes, 16 de octubre de 2009

ENTREVISTA

ESTRATEGICAMENTE NOSOTRAS

Después del multitudinario Encuentro Nacional de Mujeres en Tucumán, la voz de la ensayista chilena Nelly Richard analizando la dinámica entre teoría y militancia, entre práctica, arte y poética sirve para repensar qué significados todavía encierra la categoría de nosotras y sus anclajes en este territorio latinoamericano y sobre los cuerpos en particular. Una mirada aguda que huye de los estereotipos y ayuda a desmontar las estrategias de representación dominantes.







Por Veronica Gago

Asumiendo la premisa de que el feminismo vale como arma, la ensayista chilena Nelly Richard –editora de la ya mítica Revista de Crítica Cultural (1990-2008)– pone en juego los múltiples matices, debates y políticas de los que el feminismo es capaz. Desde la literatura, el arte, la teoría y la militancia, Richard rastrea y expande una poética y una potencia de análisis que huye de los estereotipos. En ese sentido, su preocupación por el feminismo latinoamericano explora su funcionamiento como movimiento, al mismo tiempo que su efectividad crítica para desmontar los artefactos culturales y las tecnologías de representación dominantes. Invitada a Buenos Aires para participar del “Encuentro entre generaciones”, organizado por el área de Educación de Flacso y Fundación OSDE, conversó en exclusiva con Las/12 dibujando el mapa de polémicas y dilemas que dan al feminismo una actualidad corrosiva como teoría y práctica y, también, una suerte de balance del escenario-Bachelet que se perfila como cierre de su mandato. Richard es editora y autora de numerosos libros, entre ellos Campos cruzados. Crítica cultural, latinoamericanismo y saberes al borde (La Habana, Casa de las Américas, 2009) y Fracturas de la memoria. Arte y pensamiento crítico (Siglo XXI, 2007).

TEORIA Y MOVIMIENTOS SOCIALES

La distinción entre quienes hacen y quienes piensan es un clásico. Sin embargo, a pesar de ser un viejo cliché, no se cansa de reaparecer, reforzando el prejuicio de que las prácticas no piensan por sí mismas y/o que quienes piensan es porque le rehúyen a la acción. Richard dispara de lleno a tal división de tareas, desnudando los prejuicios que la sostienen e historizando cómo se ha dado esta compleja relación en América latina. Que, no está de más decirlo, nunca es simple, lineal ni fácil, pero explorarla es una fuente de potencia concreta para la teoría y para la acción.

En tu último libro, Feminismo, género y diferencia(s), discutís la compleja relación entre las prácticas del feminismo latinoamericano y la producción de teoría. ¿Podrías explicar su nudo?

–Percibimos, sobre todo a nivel de un feminismo de movimiento social o de organizaciones de mujeres, una doble reticencia. Por un lado, a la teoría como teoría y, por otro, a la teoría metropolitana. En cierta manera, el texto al que tú haces referencia rebate el supuesto defensivo de un feminismo antiteórico, que sospecha de la teoría por considerarla un instrumento de dominación masculina que traiciona la corporalidad de lo vivo ligada a lo sensible de los afectos. Creo que la teoría es completamente indispensable para el feminismo. Primero, porque no me parece que sea posible transformar el mundo ni las estructuras sociales ni políticas ni económicas sin volver al mundo inteligible y comprensible. La teoría sirve para analizar cómo identidades y subjetividades se articulan y desarticulan, y para entender la cuestión del lenguaje, el discurso y la representación como aquellas mediaciones simbólicas que el feminismo –quizá con más urgencia que otros movimientos políticos y culturales– debe tomar muy en serio precisamente para distanciarse de la naturalización del cuerpo, del yo esencializado y de la metafísica de una identidad femenina cautiva del binarismo de género. Y luego, por otro, desconfío del reclamo del latinoamericanismo respecto de la dimensión colonizadora de la teoría metropolitana, como si hubiese que preservar la pureza ontológica del “ser latinoamericano” de las contaminaciones del centro.

Es una reserva bastante generalizada, ¿por qué desconfiás de ella?

–Como todos sabemos, la historia de las ideas en América latina es producto de múltiples cadenas de relevos, de transferencias, de apropiaciones, desapropiaciones y contraapropiaciones. Entonces, por supuesto que defiendo el uso de la teoría en un sentido absolutamente situacional, contextual y, por tanto, un uso de los saberes, de las producciones teóricas y una defensa de las prácticas teóricas híper localizadas y en diálogo con determinadas formaciones históricas, sociales y culturales que implica, a la vez, un diálogo activo y tenso con un contexto. Pero no podemos desaprovechar la productividad crítica de lo que Roberto Schwarz llamaba “las ideas fuera de lugar”. A mí me parece que la historia de lo latinoamericano como construcción discursiva tiene que ver mucho con todos estos gestos de desplazamiento, conversión y resignificación, que nacen del choque entre referente y contexto de inscripción. Entonces, la historia de la teoría en América latina es siempre la historia de la traducción y, diríamos, de la traducción imperfecta, con todo lo que significa en tanto descalce entre el modelo de origen y sus usos locales. Por eso mismo no me parece para nada pecaminoso a mí citar en América latina a Judith Butler o a Teresa De Lauretis.

CUERPO Y EXPERIENCIA

Uno de los ejes de la crítica de Richard es la asociación que se hace entre cuerpo y experiencia como fundamento de una supuesta verdad latinoamericana. Habría una percepción, también estereotipada, de América latina como territorio privilegiado de lo corporal, de la vivencia cruda. Pero tal latinoamericanismo parece devolver una imagen “muda” de lo que aquí pasa: siempre faltaría el otro/a que lo explique, que le ponga voz y categorías. Para Richard, desanudar tal naturalismo es el modo de hacer más rica la propia idea de cuerpo, de experiencia y de los lenguajes que allí se producen, sin escindir ni contraponer ambos planos.

¿Por qué se da esta vinculación?

–En cierta defensa de lo latinoamericano que hacen algunas organizaciones sociales y ciertos movimientos de mujeres o cierto feminismo aparece una cuestión muy complicada porque efectivamente se produce esta equivalencia entre el cuerpo como cuerponaturaleza o cuerpo de origen y lo latinoamericano como el terreno de lo vivencial, de lo experiencial, de lo testimonial, como si ahí no hubiese mediación discursiva. De esto modo se produce una naturalización del cuerpo y/o del territorio, que también es propio de un cierto latinoamericanismo esencialista. Lo cual me parece perjudicial para un feminismo teórico y político que tiene que trabajar más bien con realidades en constante proceso de montaje y desmontaje de signos, para lo cual se requiere teorías de lo articulatorio, de lo plural heterogéneo, y no de la homogeneidad de identidades prefijadas en un más acá del discurso.

Estas imágenes más estereotipadas sobre la comunidad y el territorio latinoamericano circulan al mismo tiempo que se da un cierto auge de los movimientos sociales en América latina y de los vectores de feminización que los impregnaron...

–En ese sentido el riesgo, insisto, es ubicar tanto lo femenino como el cuerpo, y también lo latinoamericano, en un escenario presimbólico, prediscursivo o extradiscursivo, donde tanto la mujer como el cuerpo y el territorio quedan cifradas en una metafísica del origen. Entonces, son varios los estereotipos que se cruzan en esas figuras de lo latinoamericano asociado a lo femenino, como datos naturales, realidades en vivo y en directo que se expresan espontáneamente.

Al mismo tiempo, esta cuestión también se conecta con pensamientos actuales importantes como una política de los afectos, que reivindica lo material-corpóreo y los territorios contra una lógica de la representación más abstracta.

–Bueno, es que hay un rescate de la “experiencia” en un cierto discurso feminista que me parece interesante. Estoy pensando en gente como Joan Scott, que tiene un trabajo de defensa y problematización de la categoría de la experiencia muy valioso teóricamente. Entonces, por un lado, el rescate de la experiencia como lo localizado, lo corporizado, que tenemos que seguir defendiendo en contra de los universales trascendentes pero siempre y cuando entendamos que experiencia es mediación y construcción y que no hay una equivalencia dada, natural y originaria, entre cuerpo, voz e identidad. Más bien es una cadena hecha de discontinuidad e intervalos y quizás es en esos intervalos y descalces narrativos, representacionales, donde la subjetividades se van produciendo de manera más compleja y provocativa.

¿Cuál es la lectura desde la academia de los movimientos de mujeres? ¿Hay un binarismo con el activismo que vuelve a producirse en este plano?

–En contextos de seminarios y coloquios internacionales, ya son muy pocos los sociólogos hombres que se atreven a no reconocer en los movimientos de mujeres un objeto de estudios relativamente ineludible a estas alturas del partido. Este reconocimiento ya pasó a ser un lugar común de la sociología latinoamericana progresista. Pero cuesta que los sociólogos hombres establezcan una diferencia entre reconocer a los movimientos de mujeres como objeto de estudio y aprender de la teoría feminista como un instrumento crítico de reconceptualización del saber. Esa diferencia nunca queda del todo clara. Todo el mundo dice “Sí, por supuesto, los movimientos de mujeres son decisivos en los procesos sociales y políticos en América latina: las mujeres en el zapatismo, su papel en la recuperación democrática en Chile, las Madres de Plaza de Mayo, etc.”, pero ésas son las mujeres como objeto de estudio y no el feminismo como elaboración conceptual y producción teórica que reflexiona sobre las relaciones de saber/poder y las jerarquías del conocimiento dominante, sus prejuicios, exclusiones y subordinaciones.

LA DIFERENCIA COMO DIFERENCIA SEXUAL

¿Cómo pensás entonces la diferencia sexual?

–Creo que el feminismo ha pasado por distintos momentos. Primero la defensa de la identidad como igualdad y luego la reivindicación de la diferencia. Después se pasa de “la” diferencia a “las” diferencias: en cada mujer habitan diferencias y también entre las mujeres. Debemos entender que la línea de la oposición sexual hace girar una multiplicidad de diferencias que no se agotan en el simple binarismo de género. Me parece interesante plantear un escenario de multidiferenciación del yo en el que el eje de la división sexual hace de articulador de diferencias múltiples, no simples ni binarizantes sino ambiguas y plurales, estratificadas, llenas de pliegues de contradicciones tanto internas como externas. El giro hacia lo cultural que le permite al feminismo teórico más reciente distanciarse del sociologismo de género estimula un pensamiento de las identidades que trabaja con múltiples intersecciones de fuerza y vectores de subjetividad incluso divergentes entre sí. Ni el “yo” ni el “nosotras” son categorías fijas y absolutas sino vectores de multiplicidad que, al trabajar con la asimetría de la diferencia sexual, son siempre sensibles a los desequilibrios y los quiebres.

¿Sería lo que se reivindica como una perspectiva de posgénero?

–No habría que entender lo “pos” en el feminismo como algo que renuncia a lo anteriormente conquistado por las mujeres, sino como algo que complejiza las categorías (“mujer”, “género”, “diferencia”, etc.) que siguen siendo objeto de permanentes luchas interpretativas. El escenario del pensamiento contemporáneo es complejo y hasta tramposo porque la filosofía deconstructivista, por ejemplo, juega muy astutamente con la metáfora de lo femenino como lo indeterminado, lo fluctuante, lo suspensivo, hasta convertirla en el emblema alegórico de la seducción pero, al mismo tiempo, tiende a borrar la materialidad histórica de las luchas políticas y teóricas del feminismo como arma de transformación social de las relaciones entre los sexos. Entonces tampoco se puede suscribir ingenuamente la tesis de la borradura de la diferencia sexual con la que juega la deconstrucción porque anula la conquista teórica y política del feminismo como referente y acción de combates que no se reducen al textualismo metafórico de la deconstrucción literaria.

En esa cuña podría ubicarse la noción de “esencialismo estratégico” teorizada por la hindú Spivak, que propone la reivindicación de la identidad de un nosotras mujeres fuerte para las luchas concretas, de allí que su uso sea estratégico, pero sin hacer del colectivo mujeres una identidad siempre cerrada. ¿Te resulta útil?

–Me parece una noción totalmente pertinente y eficaz para moverse en múltiples escenarios a la vez. Si bien es cierto que, en lo teórico, desconfiamos ya de la categoría de “la Mujer” porque dejó de ser una categoría finita y homogénea, los movimientos sociales y el feminismo siguen necesitando del trazo de unión de un “nosotras” para cohesionar a las mujeres en torno de objetivos comunes. La noción de “esencialismo estratégico” nos permite entrar y salir de las composiciones de identidad, según los desafíos que plantean los distintos escenarios que van desde la teoría al activismo, pasando por el trabajo intelectual, la militancia ciudadana y la creación estética. Para transitar por todos estos espacios, sabiendo además que cada “yo” es fragmentado y escindido, es necesario poder moverse en planos de interrelaciones que se deshacen y se rehacen según las circunstancias, evitando las totalizaciones identitarias. El feminismo se ha sentido a menudo obligado al discurso siempre reivindicativo y militante, a veces demasiado programático, de la defensa de identidad. Asumir la plurivocidad del yo implica liberar los mundos más simbólicos de los imaginarios culturales y estéticos donde la relación entre discurso y subjetividad se vuelve más oblicua.

En este sentido se podría entender tu afirmación de que las poéticas femeninas son poéticas de la crisis...

–Sí, porque buscan un trastrocamiento de los códigos y se plantean identidades que son inestables y oscilantes, que hacen de la crisis su modelo de producción, en tanto se valen de la turbulencia de los códigos para abrirse a lo que dejan fuera las racionalidades del orden: lo inconexo, lo difuso, lo vagabundo, lo no-integrado...

FOTO: ATILIO ORELLANA / INFOTO

¿Universidad Publica descansa en paz?



Al margen

Publicado: 11/6/2009 8:28:59 AM Por: Carlos A. Sourdis Pinedo
Universidad Pública Colombiana, QEPD


"¿Qué es peor, la ignorancia o la indiferencia? Ni lo sé, ni me importa" - (Anónimo)



Mientras por un lado el gobierno racanea el ya raquítico, obsoleto e irrisorio presupuesto que asigna a la Universidad Pública, menos del 0,5% del PIB, por el otro le regala la plata de nuestros impuestos, a manos llenas, a sus amigos multimillonarios, los exime de toda clase de impuestos, y destina el 9% de ese mismo PIB a financiar el garrote con el que pretende haber consolidado su seguridad democrática y hasta la extinción del paramilitarismo (si hemos de creerle a Álvaro Uribe Vélez, quien sabe que, como siempre, la mejor estrategia del diablo es hacernos creer que no existe).

Decir que el gobierno desprecia a la educación pública es un eufemismo. Porque es más agresión que desprecio.

Las pérdidas en términos de crecimiento y desarrollo generadas por esta actitud presupuestariamente criminal de Uribe y sus áulicos son y serán de las más profundas y duraderas que pueda sufrir Colombia, y sus consecuencias las arrastrará el país durante largo tiempo.

El saldo educacional en rojo quedará al descubierto durante décadas, mientras nos veremos rebasados profesional, técnica y científicamente por la competitiva marejada de egresados surgida de los sistemas de educación verdaderamente superior del resto del mundo.

"Países más pobres que el nuestro, como Malasia, han tomado la decisión de salir del subdesarrollo invirtiendo en educación superior mínimo el 2,5% del PIB, mientras que el gobierno colombiano reduce los recursos para el sector a menos del 0.5%", escribe Alberto Acevedo, y añade: "el presupuesto de las 33 universidades públicas es el 2.85% de los recursos para la seguridad democrática".

Malasia, por cierto, es la prueba histórica de que la violencia causada por el descontento social sólo puede ser vencida cuando lo social se ve contento. Fue a punta de semillas, de palma de aceite, y no de balas, como el gobierno malayo logró acabar con una de las subversiones armadas más violentas de Asia a finales de los 60.

Un buen profesor hace más por la paz que veinte regimientos.

¿Cuándo caerá en cuenta el gobierno colombiano de que es más rentable matar el hambre que a los hambrientos? Una cosa parece segura, y es que eso jamás sucederá bajo el mandato de Uribe Vélez.

No hay que ignorar que quienes han secuestrado la desgarrada bandera de los hambrientos en Colombia son los integrantes de otro cartel mafioso muy rentable, beneficiarios del status quo y del mexican stand- off con el gobierno, es decir: la guerrilla, la monstruosamente deforme izquierda armada. Eso es innegable.

Pero no lo es menos que mientras el gobierno adquiere con nuestro dinero toda la tecnología obsoleta de guerra rentablemente desechada por los gringos, gracias al pretexto ofrecido por la farsa llamada "Guerra contra las drogas" y por los hampones que capitalizan el descontento social, ni siquiera asigna lo suficiente a las universidades públicas para atender necesidades tan básicas como salarios, pensiones y atención de la deuda.

No hablemos ya de mejoramiento de la calidad de la educación, de la infraestructura y de la dotación. Eso ya es un sueño dentro de otro sueño, aunque para Uribe sólo sea una pesadilla.

Pero, por muy bajo que hayamos caído, la cosa todavía puede empeorar.

Cuatro años más de lo mismo bastarán para darle el puntillazo final al tema.

¿Recuerdan aquella famosa y arrogante frase de Bolívar, en la que declaraba que Ecuador era un monasterio, Venezuela un cuartel y Colombia una universidad?

Pues bien, si a los implacables esfuerzos del gobierno uribista por sepultar a la educación superior pública sumamos su contubernio con las fuerzas pseudorreligiosas de la derecha cristiana y su radical, retrógrado e hipócrita puritanismo a la hora de abordar debates tan vitales como el del aborto o tan actuales como el del uso terapéutico de la marihuana, descubrimos que cada vez tenemos más de cuartel y de monasterio y menos de universidad.

Universidad Pública Colombiana, QEPD, Requiescat In Pace.

¿Renace nuestra sociología?



¿Renace nuestra sociología?


Por Jairo Parada Corrales

A finales de los años 60s y comienzos de los 70s del siglo pasado la Sociología era una carrera muy promisoria y atractiva en el Caribe Colombiano. Universidades privadas como la Autónoma del Caribe, la efímera Universidad de Barranquilla, y luego la Simón Bolívar, ofrecieron este programa de estudios. Factores políticos y luego económicos los fueron extinguiendo. Se prefirieron programas más “rentables” y con mayor demanda, y la profesión languideció en los 80s por estos lados.

En su salvación, la Universidad del Atlántico, durante los 90s, y luchando contra esa racionalidad burocrático-técnica que confunde a las universidades con las empresas, no entendiendo su mediación entre el mercado laboral y la cultura, abrió su Facultad de Ciencias Humanas, con carreras como Historia, Filosofía y Sociología. Fue un renacer de los estudios sociales a nivel profesional y no ya solo de licenciatura, con una evolución muy satisfactoria a pesar de las continuas crisis de nuestra Universidad Pública. Este año, al conmemorar la vida y obra del máximo exponente de la Sociología Colombiana y valor caribe como fue el maestro Orlando Fals Borda, el Departamento de Sociología y sus estudiantes han tomado la iniciativa para que la obra de este gran científico social sea más conocida.

A veces nuestra prensa y medios locales no le dan difusión a eventos que ocurren en la ciudad, porque “no son noticia”, no hay personaje de Bogotá a bordo o hay cosas más escandalosas. Pero vale la pena reseñar el VI Congreso Nacional de Estudiantes de Sociología, el cual ocurrió en Barranquilla, con cientos de delegados estudiantiles de todos los rincones del país, del 26 al 30 de Octubre pasado.

Me sorprendió la masiva asistencia estudiantil durante varios días, dedicados a estudiar las políticas públicas y la regionalización y el ordenamiento territorial. Participé en el evento con una discusión de la propuesta del Fondo de Compensación Regional, alternando con la presentación imaginativa de Rubén Fontalvo Peralta. A los sociólogos hay que escucharlos con cuidado, pues nos hablan de mundos alternos y nos plantean otras sociedades posibles. Nos invitan a pensar en otras opciones, diferentes al capitalismo salvaje de algunas de nuestras elites.

Este evento siguió con fuerza los días siguientes, focalizándose en numerosas ponencias sobre la sociología de los territorios, casos de nuestras ciudades, y rindiendo también un homenaje a Adolfo González. Los temas de la Investigación-Acción-Participación relacionados con la metodología de Fals Borda no podían faltar. En fin, lo que pude apreciar es que la Sociología ha seguido viviendo, se ha expandido y cientos de jóvenes en Barranquilla la estudian. El neoliberalismo rampante de los 90s, no la pudo acabar.

En realidad, cada vez mas, lo que uno observa es que las universidades serias han seguido fortaleciendo sus programas en el área de Humanidades. La Universidad del Norte dio un paso fuerte con su Doctorado en Ciencias Sociales y el pregrado en Ciencia Política y Gobierno, y la Universidad del Atlántico mantiene su fuerte matrícula en los programas de Humanidades. Es lo que necesitamos.

A veces los padres de familia, y los mismos estudiantes, en nuestra premodernidad e ignorancia provincial, no entendemos la trascendencia de estos programas. Luego armamos escándalos cuando la gente vende el voto en víspera de elecciones. Lo que los hechos indican es que en las áreas sociales y política hay mucho que hacer. Estamos en pañales.


tomado del heraldo.